No es una solución mágica: la tilapia en la Amazonia peruana

“La tilapia salvará a la piscicultura amazónica” - parece ser el lema de algunos profesionales y también piscicultores sin tener en cuenta muchos puntos. En este artículo doy mi opinión acerca de alguno de ellos:

La piscicultura es un negocio

Primero, quiero aclarar que no estoy en contra del cultivo de la tilapia en la Amazonia Peruana, para ser francos esto no siempre ha sido así.

Durante mucho tiempo he defendido la idea que la tilapia no debe ser introducida como especie piscícola en las demás regiones amazónicas aparte de San Martín.

Pero algo cambió mi percepción. En aquel entonces - creo que - primaba mi concepción de Biólogo amazónico (algo bastante arraigado en muchos colegas), hasta que me convertí en piscicultor y entendí una cosa, quizá lo mas importante que el piscicultor quiere y lo que pocos profesionales llegan a entender es: “producir más y generar mayores ingresos”, ese es la consigna del piscicultor!!

La consigna de todo empresario, la consigna de todo aquel que invierte su dinero, su tiempo, su energía en su proyecto. Por ahí leí alguna vez: “entonces vamos a comprar semilla solo a San Martín y los haremos ricos” y, aunque en esa ocasión no respondí, la respuesta es sencilla: si (en el hipotético caso que sí tengamos que comprar a esta región). Esta pregunta solo indica - en mi criterio - que el profesional muchas veces desconoce el esfuerzo de la empresa, del privado, del piscicultor… y suele pasar mas de lo que uno piensa.

No estamos preparados

Segundo, si bien es cierto la tilapia es un pez de cultivo por excelencia, de eso no hay discusión; pero hay un problema. No estamos listos para cultivarlo. Y es que lamentablemente la piscicultura amazónica avanza lento porque desconocemos muchos aspectos del cultivo, iniciando por entender las capacidades de carga que hasta ahora pensamos que 1 pez por metro cuadrado es lo óptimo. Además de ello, algunas regiones como Madre de Dios, Ucayali y Loreto no cuentan con  un abastecimiento de agua continuo como San Martín u otras regiones de selva alta, clave para poder incrementar la capacidad de carga del cultivo.

Por otro lado, la disponibilidad de semilla es quizá el punto clave aquí, y es que el proceso de masculinización de tilapias es tan “viciado” que hasta algunas hatcheries de San Martín no alcanzan ni el 95% de éxito en ese proceso y los piscicultores cultivan tanto machos como hembras. Finalmente y el detalle más frágil de todo, la tilapia al ser una especie altamente y mundialmente manejada es tan susceptible a enfermedades que nisiquiera supiéramos como enfrentarlas. Nuestros peces amazónicos no sufren esto como la tilapia y muchas cosas lo solucionamos con un puñado de sal (aunque en teoría no esté bien no calcularlo).

Entonces, ¿quién se animaría a invertir en un hatchery que implique la contratación de profesionales especializados (con experiencia en campo ojo), en implementar sus buenas prácticas de manejo (que no es poco), en equipamiento, etc? No hemos visto todo el panorama aún.

Nadie comprará una gamitana

Tercero, existe el riesgo de que la tilapia desplace en el mercado a nuestras especies amazónicas, como el paco, la gamitana o el paiche. Al estar tan difundida globalmente, la tilapia ofrece una producción más estandarizada y, en consecuencia, costos más competitivos, atrayendo a consumidores masivos. Mientras tanto, nuestras especies nativas enfrentan ciclos de engorde más largos, menor visibilidad y un apoyo comercial limitado, lo que dificulta competir únicamente por precio. Sin embargo, en vez de verlo como una desventaja, podemos aprovechar la oportunidad de diferenciación: las especies amazónicas poseen un sabor y una identidad cultural únicos, con potencial para posicionarse en un mercado especializado y de mayor valor. De este modo, la tilapia no monopoliza la piscicultura y se fomenta la diversidad de productos, beneficiando a productores y consumidores por igual.

¿Desaparecerán nuestros peces amazónicos?

El desplazamiento de especies nativas por la tilapia se ha observado en múltiples regiones de América Latina y otros continentes. Estas experiencias sirven como advertencia de lo que podría suceder en la Amazonía peruana, donde aún no se cuenta con estudios exhaustivos actuales que revelen la magnitud real de su impacto en cuerpos de agua locales.

La preocupación aumenta ante la llamada “paradoja de la acuicultura”: a corto plazo, introducir una especie exótica de rápido crecimiento y alta demanda como la tilapia puede traducirse en un repunte inmediato de la producción acuícola y en ingresos atractivos para piscicultores. No obstante, la ausencia de controles adecuados, un manejo deficiente y la falta de planes de contingencia pueden desencadenar, a mediano y largo plazo, desequilibrios ecológicos (no me queda duda) y el desplazamiento de los peces nativos de gran importancia tanto cultural como económica. La tilapia aprovecha su rápida reproducción y su tolerancia a distintos rangos de temperatura y salinidad, mientras las especies amazónicas suelen tener ciclos de crecimiento más extensos o requerir condiciones ambientales más específicas, quedando en clara desventaja.


Esta realidad expone el gran desafío para la región: encontrar un equilibrio entre el impulso productivo que brinda la tilapia y la obligación de conservar la amplia biodiversidad de peces nativos. Frente al precedente que ofrecen los países vecinos, donde se han registrado impactos notables en la ictiofauna local, urge generar información confiable —basada en un estudio detallado y sistemático— que oriente decisiones de manejo. Sin ello, se corre el riesgo de repetir la historia: la tilapia como solución lucrativa a corto plazo, pero causante de graves consecuencias ecológicas en el futuro.

¿Servirán los Planes de Manejo de la Tilapia?

La efectividad real de estas herramientas enfrenta serias limitaciones. Por un lado, dichos planes suelen prever y recomendar buenas prácticas de bioseguridad (producción de poblaciones monosexo, uso de sistemas cerrados, barreras físicas, etc.) y establecer obligaciones de control sanitario, capacitación y monitoreo ambiental. Sin embargo, la debilidad del Estado para fiscalizar su cumplimiento en diferentes zonas (y más aún de difícil acceso) implica que, con frecuencia, estas normativas se queden en la teoría.

La ausencia o insuficiente presencia de instituciones responsables —como SANIPES y las propias Direcciones Regionales— hace que los planes de manejo no se apliquen integralmente, y ello abre la puerta a prácticas deficientes que podrían derivar en el escape de tilapias a cuerpos de agua naturales. Además, sin un acompañamiento técnico continuo ni programas de extensión robustos, los productores con menos recursos se ven imposibilitados de implementar las medidas recomendadas. En la práctica, esto puede desembocar en el desplazamiento de los peces nativos y la degradación de los ecosistemas locales, justo lo que las políticas públicas buscaban evitar. De ahí la urgencia de reforzar la supervisión y la articulación institucional, de manera que los planes de manejo no sean meros documentos, sino instrumentos vivos que protejan la biodiversidad y, a la vez, permitan a los acuicultores obtener los beneficios económicos que la tilapia promete.


Entonces, ¿la tilapia salvará nuestra débil actividad piscícola? Por supuesto que no. Producir una especie de por sí no es la salida. Tenemos otros problemas igual de serios que tienen que ser atendidos y también debemos unir fuerzas para ello.

Empresas privadas como Pucayagro en Moyobamba son un modelo a seguir, hace poco estuve ahí y me quedé muy feliz por ver como el empresario va de la mano con la investigación, testeando sus propios métodos y encontrando su punto de equilibrio… y eso amigos, toma tiempo, dinero, energía.

Finalmente, si nos animamos… hay que hacerlo, pero bien y cuando hablo bien, me refiero a muy bien. No solo escuchar a expertos acuícolas repetir el mismo discurso por años y caer en cuenta que ese no es el camino. Experimenten ustedes mismos.

Por mi parte, seguiré cultivando paco que ya buen margen me da (claro que con la tilapia me daría tres veces más, no me consta pero tampoco tengo dudas).

¿Tú qué opinas? ¿Ya cultivas tilapia?

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